Dicen muchas veces que los sueños se cumplen. Sé que no es fácil, porque para ello hay que tener antes muchas pesadillas previas. Pero en mi caso tengo que reconocer que he llegado a cumplir mi sueño. Porque yo soy el protagonista de este artículo. Soy el joven friki al que le gustaban los ordenadores y que llegó a ser un empresario del sector con mucho éxito. Y ya os digo que no es fácil, pero también os digo que como suele pasar en estas cosas, el que la sigue la consigue. Y lo más importante, al final todo esfuerzo merece la pena.
Había una vez un joven llamado Javier. Desde muy pequeño demostró un gran interés por la tecnología y los ordenadores. Cuando otros amigos jugaban en la calle al fútbol, él estaba con su Game Boy. La línea delgada que hay entre una adicción y una afición, en esa época no eran tan delgada. Los padres dejaban a su hijo con la ‘maquinita’ entre las manos. Pasaba horas y horas frente a su ordenador, jugando videojuegos y explorando todo lo relacionado con la informática. Sus amigos le llamaban «el friki de la tecnología», pero a él no le importaba, ya que estaba completamente enamorado de su pasión. Perseguía lo que era un sueño.
Con el paso de los años, me fui creando y me convertí en un experto en informática. Estudié ingeniería informática en la universidad, uno de mis sueños y que agradezco a mis padres, y a medida que metía en el mundo laboral, me di cuenta de que quería emprender mi propio camino en el mundo de la tecnología. Fue entonces cuando pensé en crear mi propia empresa, especializada en desarrollo de software y soluciones tecnológicas. Y la verdad, que no me arrepiento.
Recuerdo que mi primer ordenador fue un Commodore 64, lo heredé de mis hermanos y era el típico ordenador con el que solo jugabas a míticos videojuegos. Pero es cierto que con el paso de los años comencé a interesarme por la programación, es decir, quería saber cómo se hacían esos juegos. Recuerdo que en el idioma informático Basic, hice un juego que consistía en que una rana tenía que pasar una calle con muchos coches. Y así fueron pasando los años, hasta que me di cuenta que lo mío era esto.
Mi vida laboral
Al principio, las cosas, como suele ocurrir en estas cosas, no fueron fáciles. Tuve que trabajar muy duro, aprender de mis propios errores y hacer sacrificios para sacar adelante mi empresa. Sin embargo, tenía claro que mi pasión por la tecnología y mi determinación me podían llevar a buen cauce.
Con el paso del tiempo mi empresa comenzó a emerger. Lo que hice simplemente fue ofrecer soluciones tecnológicas innovadoras. El boca a boca se convirtió en mi mejor publicidad. Pronto mis servicios se volvieron muy demandados en el mercado. Ahora bien, soy de los que pienso que si detrás de una empresa no hay un gran material humano, esto no lleva a ningún lado. Solo quería talento y ganas de trabajar, porque es cierto que ahora he podido comprobar que los jóvenes llegan con mucho talento pero sin nada de esfuerzo.
Hoy en día, me puedo considerar un empresario de renombre en el mundo de la tecnología. Una vez me dieron un premio al empresario del año. Y cuando lo recogí, dije algo así como “muchas gracias al jurado porque creo que me lo merezco”. La gente se quedó con la boca abierta, pero posteriormente aplaudieron. ¿Por qué? Pues porque se dieron cuenta de que cuando tirar por tierra la entrega de un premio, también tirar tu talento y tu esfuerzo.
Mi empresa es líder en el desarrollo de software y soluciones tecnológicas, un sector que no es nada fácil en España porque hay muchas empresas y buenas. Si algo me gusta es rodearme y ver lo que hacen otros. Por ejemplo, miro a Córdoba y veo a Webcor, una empresa de diseño de páginas webs de la que siempre aprendo algo. Y es que, si algo he comprendido en esta vida, es que si quieres ser el mejor en algo, te tienes que fijar en los mejores.
Pero gracias a mucho trabajo he logrado posicionarse como una referencia en el sector. A pesar de todo mi éxito, nunca olvido mis inicios como un joven friki apasionado por los ordenadores, y sigo siendo un apasionado de la tecnología, siempre en busca de nuevas formas de innovar y hacer crecer a mi empresa. Por eso, cada vez que paso por el patio del colegio y veo a niños jugando al fútbol o al baloncesto, y a uno arrinconado con su móvil o máquina de juegos, pienso que ese niño dentro de unos años puede llegar a ser el empresario del éxito. La vida es así.